__I CERTAMEN LITERARIO “PALABRAS POR VILLAPALACIOS”__
Como broche a las actividades programadas por la biblioteca de Villapalacios, en conmemoración al día del libro, y tras haber celebrado también un concurso infantil de literatura, el día 29 de Abril, se entregaron los premios del I Certamen literario “palabras por Villapalacios”. La entrega se realizó en el salón de actos de La Biblioteca a las 5:30 de la tarde. Leímos el decálogo del día del libro, contamos con la presencia de nuestro autor invitado “Juan Lorenzo Collado” con el cual tuvimos una charla-coloquio para hablar de su obra (ya bastante extensa)
Los premiados fueron:
PRIMER PREMIO DE RELATO: Mª Carmen García Garrido con su obra “RECUERDOS”:
Como broche a las actividades programadas por la biblioteca de Villapalacios, en conmemoración al día del libro, y tras haber celebrado también un concurso infantil de literatura, el día 29 de Abril, se entregaron los premios del I Certamen literario “palabras por Villapalacios”. La entrega se realizó en el salón de actos de La Biblioteca a las 5:30 de la tarde. Leímos el decálogo del día del libro, contamos con la presencia de nuestro autor invitado “Juan Lorenzo Collado” con el cual tuvimos una charla-coloquio para hablar de su obra (ya bastante extensa)
Los premiados fueron:
PRIMER PREMIO DE RELATO: Mª Carmen García Garrido con su obra “RECUERDOS”:
El invierno quedó atrás, las últimas nieves se fundieron esponjando la tierra y posibilitando que la ínfima siembra beba de la frescura de la nueva estación que trae la vida.
Vida por doquier en los campos de la mancha, vida a raudales en los brotes tiernos de almendros, cerezos y albaricoqueros; vida, mucha vida en cada yema de esas cepas toscas de mano abierta, vida en los surcos que el achicharrador agosto manchego darán el pan y el vino a la mujer y al hombre de esa tierra dura, áspera, cérea… pero tierra de hombres buenos, de buenas mujeres; tierra de caminos que se cruzan, de paisajes que asemejan océanos interminables de llanuras ocres.
Los primeros rayos tibios del sol de esta primavera se posan sobre mi cara, cierro los ojos y cuando lo hago veo su rostro con esa característica mueca en sus labios, su mirada perdida en el horizonte de los pensamientos, su pelo ralo sobre la frente y orejas y su caminar torpe e indeciso.
Qué lejos queda en mi mente esa imagen fresca, alegre, campechana, viril y arrolladora del hombre al que conocí un puñado de años atrás.
¡Dios mío, qué guapo era!
Esa sonrisa que cautivaba mi corazón.
Aquellos dientes de blancura infinita, limpios, brillantes.
Y esos labios… labios de recia elegancia y ternura.
Su carácter de amable sencillez, de palabra fluida, su pensamiento veloz y aquellos ojos vivarachos hacían de él una persona agradable, comedida y buen conversador.
Me gustaba mucho escuchar su voz clara, pausada, grave, con su característico tono aterciopelado; me cautivaba entera. No sé si en aquellos momentos de nuestros primeros encuentros me encandilaban más sus palabras, cómo las pronunciaba, o lo que con ellas decía.
Me enamoré de él desde el primer día, desde la primera hora, desde el primer minuto y segundo en que le conocí.
Nunca pensé que llegaría siquiera a fijarse en mi, a poner su vista diáfana en aquella muchacha que escuchaba anonadada su conversación entre el resto de los amigos de la pandilla.
Aquel domingo de fina lluvia no lo olvidaré, lo llevo conmigo y forma ya parte de mi vida, cuando paseando sola por las calles del pueblo puso su mano en mi hombro e hizo que me detuviera.
-¡Hola morena! ¿Dónde vas tan guapa y… tan sola?
Casi no pude hablar, su presencia me turbaba.
-Voy a casa. Acabo de salir de misa- respondí con timidez.
-¿Puedo?- señaló el paraguas abierto, haciendo ademán de cobijarse bajo su tela.
Aquel plomizo domingo de lluvia marcó para siempre mi vida, su vida, nuestras vidas.
No ha sido fácil desde entonces.
No comimos perdices, como en los cuentos de hadas. Ni todos estos años de compartir nuestras vidas, nuestros hijos, las esperanzas y anhelos, las sonrisas y los desvelos, han sido un lecho de rosas. Ha habido dolor y tristeza; la que la vida trae a los corazones de los hombres y las mujeres que se empeñan en hacer de sus existencias una sola cosa, un solo empeño.
Pero han sido años, eso sí, de felicidad inmensa, de alegría compartida, de ver crecer a los pequeños, y ver como nosotros, su padre y yo, nos hacíamos pequeños ante ellos.
Años de jubilación, de despedida de los hijos que se van a hacer el nido en otro sitio, en otra ciudad.
Años de espera del primer nieto…y luego del segundo, y del tercero. Años de soledad gozosa y compartida, años de andar más si cabe en el corazón del otro compartiendo ahora ya sin lo acuciante del trabajo, ni el peso de cuidar a los chavales, de esos minutos maravillosos de miradas inquietas, sonrisas silenciosas, caricias dispersas…
¡Dios mío, qué recuerdos…y qué soledad la mía! ¡Qué tristeza!
Creo que se me está partiendo el alma.
Pero…ahora no puedo desfallecer, de ninguna manera. Él me necesita más que nunca… y yo lo necesito como nunca tuve necesidad de él.
Empezó por no recordar pequeñas y cotidianas cosillas.
Será el trajín, decía.
Pero el especialista fue contundente:
-Señora: su esposo tiene Alzehimer.-Sentenció grave.
Aquel hombre se convertiría en poco tiempo en la sombra de una persona, sólo eso, una sombra.
En los pocos momentos de lucidez que ahora tiene, le gusta recordar cosas de críos y de nosotros cuando éramos jóvenes y reíamos y corríamos por las calles y hacíamos planes para el futuro y nos mirábamos sin descanso.
¡Nos queremos tanto! que me parece mentira que no se acuerde de mi nombre o que me confunda con una parienta muerta hace mas de veinte años.
Cojo sus manos entre las mías las aprieto miro sus ojos que ya no miran…Acaricio su cara. Sus mejillas, su barba aun cerrada… y él me mira, sonríe y con cara de niño me dice:
¿Cómo estás abuela? ¡Qué joven y guapa te conservas! ¿Me vas a comprar un bizcocho para la merienda?
-Claro que sí, faltaría más… ¡con lo que te quiero!-Le contesto con tristeza mirando sus ojos limpios
Cuando se es joven ves la vida casi de color de rosa y te imaginas esa vida junto al hombre que quieres, envejeciendo en paz y armonía , viviendo cada arruga que surca el rostro del hombre que amas, paseando en silencio, despacio.¡Cuánto amor, cuánta delicadeza, cuánta ternura cuántas sonrisas…Pero también ¡cuántas lágrimas, cuántos desasosiegos , cuántas desilusiones …! Esta enfermedad del hombre al que amo acabará con él y destrozará, sin duda alguna, mi vida.
A pesar de los hijos y de los nietos, a pesar de eso, estamos solos, yo y él, él y yo. Cada uno en su casa, con su pareja, con sus hijos, con sus problemas, con sus hipotecas; ¡Dios mío! La hipoteca. En estos días el piso, la hipoteca se ha convertido en el pan nuestro de cada día. Antes trabajaba el hombre y con eso mantenía a la familia. Ahora trabajan los dos, marido y mujer, meten a los críos en la guardería y a tirar millas en el “curre” que así le llaman ahora al trabajo. El padre por un sitio, la madre por otro, y los pequeños en el colegio, casi internos…En fin, a esto le llaman modernidad, así será, desde luego, moderno, pero yo no lo entiendo. No deja de ser otra forma de soledad como la mía, como la nuestra.
Hoy, es un día más especial que el resto de los días.
No sé porqué una sensación rara, extraña y baldía inunda mi pecho desde esta mañana. Van a ser las fiestas del patrón, de San Jorge, el del valor y la caballerosidad, el de la gallardía…
Esta mañana, sin esperármelo, una voz de terciopelo dulce y melancólica, me llamó por mi nombre y preguntó si vendrían los chicos.
-Es San Jorge, ¿no?- demandó el sonriendo.
-Así es, así es, cariño.-Pude al fin atinar a decirle, incrédula de aquello.
Hemos estado juntos casi todo el día recordando cosas, momentos y sentimientos.
¡Me parece mentira!
¿Se estará poniendo bien? ¿Estará mejorando su enfermedad?
Pues claro, es evidente, pensaba para mis adentros.
Hacía tanto tiempo que no sonreía, que no me miraba a los ojos en silencio, que no veía esa chispa de hombre bueno allá en el fondo de sus ojos serenos… y hoy este regalo, hoy este respiro, hoy esta ilusión, hoy este encuentro después de tantos y tantos meses de desaliento.
¿Será… será San Jorge bendito?
¡Pues qué si no va a ser!
Así fue pasando el día, esperando a los chicos que pronto vendrían de nuevo a la casa paterna y los pequeños traerían la alegría y… ¡Qué bien si el abuelo, ahora, pudiera recordarlos y abrazarlos y darles un beso
-Morena.-demandó mi atención con ojos abiertos.
-Sí, dime.-le contesté con ahínco.
-¿Te acuerdas de aquella tarde en la era…?
-¿La tarde en que dijimos que nos queríamos?
-Sí, esa misma.-aseveró sereno.
-Claro. Me acuerdo. Y me acuerdo de la vergüenza que pasé para decírtelo.
-¿Me dejas que me ponga como entonces recostado en tu pecho?
Dudé un momento, no me esperaba aquello, no recordaba hasta que él lo dijo, que fue así como al final le dije: “Te quiero”
-Por supuesto. Cómo no iba a dejarte hacerlo.-contesté turbada y con el corazón que quería salirse del pecho.
Él se recostó sobre mí, cogió mi mano y suspiró hondo:
-¡Cuánto te quiero morena!- musitó tranquilo y sereno-
En aquella era nos prometimos debajo del olmo y nos dijimos que nos queríamos y que deseábamos poner nuestras vidas “junticas”, para vivir por fuera lo que llevábamos dentro.
Llevábamos amor y cariño, ternura y compresión, paz y alegría, ganas de trabajar y de luchar juntos por todas aquellas cosas que los dos anhelábamos.
Me costó mucho decírselo. Él tenía más facilidad de palabra. Yo se lo demostraba a cada instante y en cada momento. Pero él quería saberlo, y lo sabía… pero quería oírlo, oírlo de mi boca y de mi corazón entero.
Y al final salió.
Le dije que me daba vergüenza si me miraba a los ojos y él se recostó sobre mi pecho.
Así…peinando con mis dedos despacio su cabello y después de un largo suspiro le dije:
-¡Madre mía, cómo te quiero!
Se apretó más contra mi pecho y no dijo nada, solo guardó silencio.
El silencio que guarda ahora, también recostado contra mi pecho.
Así comenzó todo, diciéndole que lo quería…y así ha querido el destino que también termine todo: Acariciando con mis dedos su cabello, ahora ya inerte, inerte desde hace un momento.
Noté como se iba, sin despedirse siquiera; pero con su silencio me dijo muchas cosas, muchas cosas…
Me dijo: <
SEGUNDO PREMIO DE RELATO: Manuel Terrín Benavides con su obra “BELLA MUCHACHA ENTRE SOMBRAS”
La sonrisa, cuando niña, ya le prolongaba los dientes más allá del esmalte ya rompía su cintura el equilibrio de la torre del pueblo. Era rostro de amada posesión, orgullo no disimulado en el corazón de un hombre y una mujer.
Ellos , campesinos modestos, atentos a su origen, parecían aumentados desde el día que completaron la pareja. Alfonso y la nena sumaban un propósito de relevo, la aurora que justifica todo sacrificio.
Aquella meseta abatida por la monotonía , aquel paisaje de escuerzo despellejado, honda herida por donde se extiende el verano lametones de fuego, se aupaba ahora radiante.
- Quiero ver al sargento.
El guardia de servicio, joven, deslumbrado por la megafonía del talle femenino, abomba el pecho, ensaya una sonrisa y piensa que la muchacha que tiene enfrente es un capricho de la forma. Nervioso, impreciso, todavía consigue retener entre los dientes la expresión de un justificado, pero los ojos se le van enredando entre negros cabellos sueltos como oleaje de sombra. No es frecuente ver a una mujer tan deslumbrante en la antesala de una comisaría de distrito.
- Un momento señorita.
¿Qué estaría sucediendo ahora en el pueblo oxidado que le viera nacer?
Imagina a su padre sentado junto al fuego, el pelo canoso, cada día más escaso, la mirada entre desesperada y sumisa.
¡Pobre papá! ¡Cómo estrecharía contra su pecho las manos ásperas que organizaron el campo!
Tiempo atrás se había marchado el ama, difusa fotocopia de la moza sana que lo deslumbrara un día, y ahora Alfonso, hundido en plena juventud, un mazazo súbito. Noche tras noche, envuelta en aquelarres de pesadillas, ella, la hermana mimada, había sentido el golpe de su cuerpo desplomado en un acalle cualquiera.
-El sargento está muy ocupado.
La niñez la estuvo besando desde todas las cosas. Fueron días de privaciones pero alegres, sueltos: un gatito glotón que parecía de espuma, juguetes ingenuos, travesura de primeros secretos desvelados.
Y Alfonso en el campo desde pequeño, el segundo hombre de la casa derramando sudor entre gasones rebeldes. Luego, cuando la mente se le hizo grande, desde los surcos se le escapaba hacia lo desconocido, hacia soñadas lejanías donde el hombre tiene comodidades, cambia las alborgas por zapatos de piel, se realiza.
-Es un asunto importante.
¡Si todo se hubiese detenido entonces!...Pero los años fueron pasando como un galope de caballos que se amontonan y el mundo de las muñecas dio paso al de los espejos.
Era ya una mujer, la más esbelta del pueblo. Su cuerpo, antes ignorado, parecía un sueño dividido en haces de presencia. Voz interna le dijo entonces que la juventud es desafía, compromiso de victoria, que los seres humanos no tendrían sentido si no hubiera horizontes, y las pulsaciones de su corazón sonaron a despedida. Cada día de pesaba más el esqueleto pálido de la llanura, y quiso darle a su vida otro significado.
-¿Documento de identidad?
El pueblo le acerca silencio de caminos despreocupados, amigas que arrastra con simpatía en la memoria, pero si ahora regresara nada de esto tendría el mismo sentido. Casi todo lo que fuera entonces la respuesta de su sangre está ya en el cementerio.
-No lo traigo.
Madre derramada en tierra de soledad, rostro querido que poco a poco se va quedando fuera de la memoria. Y allí también Alfonso, con el corazón disuelto, creciendo hacia abajo como las grandes dimensiones. Si ella hubiese seguido su consejo, casada en el pueblo con alguno de los muchos que la querían, su vida no fuera en estos momentos un suceso de naufragio. Pero poco útiles son ya las conjeturas. Alfonso ha sido atrapado por el polvo, ese cazador que nunca se fatiga, y ella está hundida, empujada hasta la antesala de una comisaría por despecho, por impulso de asco contra la otra gente y contra ella misma.
-¿Su nombre, por favor?
La ciudad semeja funeral de arañas, jardín de flores tóxicas, árbol con enormes ramas de piedra, alcantarillas y abatideros por raíces. Le dijeron que no llegaría lejos sin una cultura sólida, sin un oficio, pero ya había decidido su conquista, gatear los escalones con el apoyo de una figura atractiva y ningún argumento la pudiera detener.
La moza pueblerina, la lejana niña de labores caseras, más impulsiva que juiciosa, comenzó la nueva andadura como bailarina de conjunto, carne de comparsa en espectáculo frívolo: muchachas agitando caderas como diosas rebeldes, la música, el alcohol, las bambalinas del lujo.
-Usanda Gómez.
Siempre hay un hombre en el centro de toda mujer y el suyo se llamaba Toni.
Era para ella lo nuevo, lo novelesco. Algunos le insinuaron que estaba fichado, que olía más a cárcel que a confesionario. Ella inexperta, huérfana de una mente analítica, no supo verlo, tal vez ni siquiera lo quiso. En cualquier caso, preferible Toni que habitar la juventud con la niñez a cuestas.
-Pase.
Ha meditado este momento, el choque primero contra la mirada del sargento y no le ofrecerá una imagen débil, ridícula.
Los últimos hechos, mientras traspasa la puerta del despacho, le salpican la mente como fogonazos de tortura: Toni en cabeza, entrando decidido, firme la mano que empuñaba el arma, los otros dos inmediatamente detrás, desplegándose hacia ambos laterales, luego ella, metida hasta el cuello en un juego peligroso por compromiso de fidelidad, estúpida como cualquier enamorada ingenua. Todos enmascarados, todos con movimientos precisos, todos, ya conseguido el botín, rápidos hacia el automóvil que esperaba a punta de gas. Luego, sorpresivamente, apenas iniciada la fuga, sirenas que zumban como nanas de la muerte, Toni apretando el gatillo… y un hombre uniformado que cae al suelo, llevándose una mano al corazón.
-Soy la que iba con ellos, cuando lo del banco.
Ya estaba hecho. Ya, aunque el resto e sus días sea desfile de rejas, ha pasado el momento más áspero, el más incómodo. Aquí, sobre la mesa del despacho, acuchillada queda la fiera que le viene arañando la conciencia desde aquel día nefasto. Vencida se siente, víctima del atropello colectivo de la gran ciudad, zarandeada por un torbellino humano que sobrepasa su medida y ésta es la venganza. El sargento, mirándola con extrañeza, acaso con compasión, le dice que su decisión es digna, atenuante, pero que todo arrepentimiento público viene marcado por una causa específica.
-¿Motivo de su confesión?
Usanda Gómez, relajada bajo el clima cómodo que el hombre de los galones amarillos ha creado a su alrededor, no se anda con rodeos, ni siquiera con esas poses estudiadas que algunas mujeres utilizan para ablandar el ánimo del oponente. Erguida, firme, lanza al aire su confidencia, su terrible secreto, como quien se arroja al vacío completamente desnudo:
-El policía asesinado era mi hermano.
PRIMER PREMIO DE POESÍA: Francisco La-Serna González con su obra: “EL ORGULLO DE SER MANCHEGO”
Horizonte es esa tierra que enamora
Desparramada a los cuatro cardinales,
Con sus rectos barbechos a la aurora
Y amarillos rastrojos verticales.
Encanto de un paisaje manchego
Que cautiva, sin par, al caminante
Soñador de silencios, andariego
Con el viento y el sol. En ese instante
En el que el sol ya desciende de su altura
Saliendo por el foro de la sierra
Para dejar reposo a la llanura
Con la paz sacrosanta de esta tierra,
Sueño con las espigas doradas
-oleajes de oro mecidas por el viento-
Víctimas del segador en alboradas
Para buscar el pan como alimento
Entre surcos sencillos; el paisaje
La serena llanura sin un monte,
La magia indescriptible, como un viaje
Cabalgando hacia el fin del horizonte.
Cruzando la planicie pasa el río
Como surco de verde sementera,
Pleno de sol radiante en el estío
Cuando ya nos dejó la primavera.
Velloncicos de lana en las manadas,
Entre el polvo sutil de los caminos,
Van buscando las hierbas agostadas
Pioneros del alba y peregrinos,
Siguiendo indiferentes la figura
Cansina y soñadora del zagal
Que almacena sus sueños de ventura,
Con la parca merienda, en el morral.
Las besanas que van al horizonte
-recta estela en un mar de lejanía-
Hasta allá donde el cielo besa al monte
Con la fe del poeta, en cada día.
Por dónde anda el labriego impenitente
Aferrado a la esteva del arado
Mientras riega con agua de su frente
El surco que cerró recién sembrado
Y acaba el día su tarea
En las tardes serenas y tranquilas
Oyendo la campana que voltea,
Junto al suave sonar de las esquilas,
Tañendo en la llanura lentamente
El anuncio de un “ángelus” de amor,
Y entonces la llanura mansamente
Se duerme entre los brazos del Señor.
SEGUNDO PREMIO DE POESÍA: Francisco Alfaro García con su obra “MOMENTOS”
Te veo ahí, enredado en tu risa y en tus juegos,
Y me pides que una y otra ver que esté con tigo,
Papá ven, papá ven,
Y mi vida se llena de tu vida,
Y te pido un aplazamiento para la lectura,
Pero vuelves a mí, y casi lo agradezco.
Eres la risa, el gesto, el aliento,
La esperanza recuperada.
Eres todo lo que soy y nunca seré,
Eres el ahora y el futuro
Eres mi única certeza.
Un día te irás y yo querré que te vayas.
Un día serás tú y ya no me buscarás en tus juegos.
Entonces podré volver a leer, claro, tranquilo.
Ya no me buscarás, y ya no te haré falta.
Entonces, espero,
Espero que me digas y yo te diga:
Quiero charlar contigo,
¿Tienes tiempo?, vamos al cine,
Hace calor, te invito a una caña.
Entonces, espero,
Espero que todavía me busques y yo te busque,
Y me digas y yo te diga:
Papá ven, papá ven.
Espera hijo, espera que estoy leyendo.
Jorge ven, Jorge ven.
Espera papá, espera..., que estoy leyendo.
A los que aman no les importa
El gris agitado del invierno,
La tristeza apagada cuando termina el día.
No les preocupa adentrarse en el silencio
Y permanecer en él hasta el amanecer.
No les preocupa que los pájaros emigren
Hacia otras playas,
O que el odio se refleje en la mirada
De un canalla.
No les preocupa el silencio del tiempo,
El gris del olvido.
Les preocupa, eso sí,
La mirada callada de unos niños en mitad de la guerra.
Les preocupa, eso sí,
El rostro amargo de la mentira
Envuelta con papel de regalo.
Les preocupan las lastimadas rodillas
De una mujer cansada.
Les preocupa, eso sí, que el amor se acabe un día,
Y no haya lugar donde encontrarlo.
Después hicimos entrega al autor invitado de una placa conmemorativa.
La verdad, los lectores y asistentes estamos satisfechos, orgullosos y honrados de haber contado con la presencia en nuestra biblioteca y en nuestro pueblo de autores de la talla de los anteriormente nombrados.
Tras el éxito de la 1ª edición (se aproximaron a medio centenar de trabajos presentados), esperamos ansiosos el II certamen literario “PALABRAS POR VILLAPALACIOS”
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